El lucero de la mañana, José Martí
Por: Alfredo Magaña Jattar
¿Acaso es posible decir algo nuevo de quien tanto se ha hablado ya? ¿O es que lo nuevo ha de buscarse en la vigencia de su pensamiento, que aunque inmutable en el papel que atesora su obra, se adapta virtuosamente al devenir de la actualidad como si de una entidad consciente se tratase?

José Julián Martí Pérez, como Tlahuizcalpantecuhtli o el señor en la aurora para los mexicas, aparece en el crepúsculo de una nueva era, emergiendo como el lucero de la mañana para los pueblos de América; es, para el navegante que ha de fijar su rumbo, como la Estrella Polar o como la Cruz del Sur, dependiendo del hemisferio desde el que se le mire; es hombre faro destinado a señalar la senda para los que vendrían después y un gigante que encontró en la fuerza trascendental del amor, el camino a la inmortalidad por el sempiterno vigor de sus ideas. Con su mente perspicaz, ávida por desentrañar las sutilizas de las sociedades humanas y la esencia de la naturaleza, supo descubrir que la más poderosa de las armas es la que se forja en la fragua de la mente; vio con claridad que el pensamiento al que da lugar, emana al exterior a través de la palabra, que es como se manifiesta para cambiar el mundo. Así, contundente, nos legó la trinchera de las ideas como el espacio desde donde hemos de librar la más importante de todas las batallas.
Nació en La Habana el 28 de enero de 1853; cubano excepcional, prócer de la independencia de Cuba del dominio español, filósofo, poeta, ideólogo, es también hijo de la Patria Grande, de la América que nos pertenece. Como dice Norman Rodríguez en su Docena de Décimas Cósmicas a Martí:
Fue distinto, fue sincero;
redondo como un anillo.
Como la palma, sencillo;
sencillo como un lucero.
Vivió forjando un lindero
entre el jazmín y la bala.
Vivió… murió… (su hora mala
hace sangre en la memoria).
Vivió para hacer la Historia
bajo la “sombre de un ala”
Fue escritor prolífico; consumó sus más grandes proezas, de esas que trascienden el tiempo, con la pluma y el papel. Su obra es vasta, contenida en nada menos que 27 tomos si se hace referencia a la edición más conocida, la de la Editorial Lex. Ismaelillo, Versos sencillos, La edad de oro o El presidio político en Cuba, son solo algunos ejemplos. Pero de toda ella, como reflejo fiel de su ideario, uno de sus ensayos se yergue, por la extraordinaria capacidad profética de su contenido, como una de sus aportaciones más representativas.
Nuestra América, escrito insignia para todos aquellos que luchan por la consolidación de la identidad latinoamericana, vio la luz el 10 de enero de 1891 tras su publicación en La Revista Ilustrada de Nueva York y, posteriormente, el 30 de enero de ese mismo año, en el impreso mexicano conocido como El Partido Liberal, diario de Política, Literatura, Comercio y Anuncios. Breve, mas poderoso por la agudeza de su análisis y la atemporalidad de su tesis central, expone a través de una prosa rica en metáforas los problemas que subyacen tras la realidad de los pueblos de América.
Pero en plena era de las comunicaciones instantáneas y de la Inteligencia Artificial, es justo preguntarse qué tan vigente puede ser lo que alguien creyó dilucidar a finales del sigo XIX. En su célebre ensayo, decía Martí: Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los comentas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos.
Reflexione. ¿Acaso nosotros, ciudadanos de la era de la información, no transcurrimos la cotidianidad inmersos en la realidad inmediata de nuestra propia existencia, o quizá interesados por la de nuestra ciudad, estado o país, pero ignorando lo que pasa en el resto del globo y lo que le sucede a las naciones que lo conforman? Sin importar lo grande de la aldea que albergue nuestro quehacer cotidiano, nuestro pensamiento se ha vuelto estrecho y nuestras preocupaciones, cortas de miras. La lucha por el poder político o la carrera vertiginosa por acumular dinero, entre otros distractores comunes, nos llevan a supeditarnos al orden establecido, dándolo por bueno, e incluso a perpetuar sus formas destructivas para la sociedad y el entorno, volviéndonos cómplices, inhumanos y apáticos.
¿Cuántos somos conscientes del gigante de las siete leguas que yace acechante al norte del continente, dispuesto a ponernos la bota encima, en cualquier momento y lugar, y con el que nuestro país está forzado a coexistir por mera vecindad geográfica? Estados Unidos sigue siendo la misma potencia intervencionista de la que nos advirtió el Maestro de América, aunque con un poder perfeccionado. Su influencia sobre los países que se extienden desde el río Bravo hasta el extremo austral del continente, es inmensa; destroza economías, desintegra Estados; a través de su industria del entretenimiento adoctrina a las nuevas generaciones, alejándolas de la sabiduría de nuestras culturas ancestrales y acercándolas a la vacuidad de la cultura norteamericana, inmersa en el consumo sin fin; despoja a los países de su juventud, que es la base de su fuerza laboral, provocando migraciones que mantiene artificialmente por distintos mecanismos, generando con ello una lamentabilísima paradoja: el migrante abandona su tierra, que ha sido destrozada por la acción inmediata o retardada de la potencia intervencionista, sólo para ir a las entrañas del gigante, hacerlo más fuerte y perpetuar así el ciclo destructivo, todo ello sin siquiera notarlo. Y su voracidad por los recursos naturales que resguardan las naciones latinoamericanas no hace sino aumentar. Hoy, mostrando sin tapujos su intrínseca naturaleza imperialista, el máximo representante del gigante de las siete leguas nos amenaza con aranceles devastadores, con sanciones económicas, con intervenciones militares supuestamente justificables por el combate al narcotráfico, o procede a arrancarnos de un plumazo la historia pretendiendo así, por decreto tiránico, apropiarse del Golfo de México y volverlo, al menos nominalmente, lo que nunca fue. Pero más allá del cambio de nombre, la acción refleja el profundo desprecio del gigante por las tierras de nuestra América, advirtiéndonos con su accionar que tratarán de despojarnos de todo aquello que considere suyo sin importar donde esté, en clara alusión a nuestros recursos naturales.
¿Y cuántos siquiera notamos la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire destruyendo países, aniquilando pueblos y engullendo mundos? Las grandes potencias, justo al pronunciar estas palabras, se están enfrentando con vehemencia inusitada por el control del planeta; Estados Unidos lucha por mantener a cualquier costo una hegemonía que se tambalea ante el afianzamiento de nuevos grandes poderes; el estado sionista de Israel, potenciado por las armas norteamericanas, perpetra un infame genocidio contra el pueblo palestino, sin que los habitantes de este orbe parezcan siquiera darse cuenta; el occidente colectivo se enfrenta a Rusia en la mayor conflagración desde la Segunda Guerra Mundial, en un combate tecnológico sin precedentes; drones aéreos, drones marítimos, sistemas robóticos automatizados de combate, armas químicas, misiles guiados, sistemas antiaéreos, misiles hipersónicos, misiles hipersónicos de alcance intermedio dotados de ojivas múltiples, drones operados por inteligencia artificial, misiles de crucero, aviones de cuarta y quinta generación, helicópteros, infantería de diversos tipos, fuerzas especiales, tanques de última generación, obuses automáticos, morteros, sistemas de guerra satelital, guerra de información y guerra económica a escala planetaria. Esta confrontación, en la que se ha de definir cuál sistema global prevalecerá, ya sea el eufemísticamente llamado “mundo basado en reglas”, controlado por los anglosajones, o el “mundo multipolar”, representado por los BRICS, es la guerra más peligrosa que ha enfrentado la humanidad por todos los medios implicados en ella, así como por su potencial para escalar hacia una conflagración nuclear. En enero de 2024, el llamado Reloj del Fin del Mundo se adelantó a tan solo 90 segundos de la medianoche, que es la hora más cercana al apocalipsis nuclear desde la creación del reloj en 1947; su posición será actualizada el próximo 28 de enero en función del análisis de los riesgos actuales en todo el orbe. Pese al escenario potencialmente catastrófico en el cual está amenazada la misma continuidad existencial de la especia humana, el grueso de los ciudadanos del mundo ignoran completamente lo que está ocurriendo entre las grandes potencias y en esa región particular llamada Ucrania.
Cuando fue escrito Nuestra América, transcurrían años convulsos, como hemos visto no muy diferentes de los que nos aquejan hoy. Los incipientes países de América Latina gradualmente consolidaban su independencia de las potencias imperiales europeas, las cuales habían dejado de constituir un peligro inmediato mas no nulo; no obstante, en el horizonte se cernía una amenaza más siniestra, encarnada en los Estados Unidos y su imperialismo naciente. Sin embargo, en el presente, esta posibilidad ya no es una amenaza, sino una realidad consumada. Vale la pena recordar que desde su publicación, Estados Unidos realizó intervenciones en países como Chile, Brasil, Cuba, Puerto Rico, Panamá, México, Nicaragua, Honduras, República Dominicana, Haití, Guatemala, Granada, El Salvador y Venezuela, por citar algunos. Asimismo, desde 1959 mantiene sobre Cuba el bloqueo económico y comercial más largo y cruel que la historia militar haya registrado sobre un pueblo, al tiempo que hostiga por el mismo mecanismo del bloqueo a la República Bolivariana de Venezuela. Por si fuera poco, las otrora potencias europeas se esmeran por recuperar su influencia en sus antiguas colonias, todo lo cual plantea un panorama complejo caracterizado por un imperialismo resurgente del que hemos de estar muy conscientes.
Como puede verse ya, al trasladar un solo párrafo del ensayo de José Martí al contexto moderno, salta a la vista la enorme profundidad de sus ideas, así como la plena vigencia de su análisis en los albores del siglo XXI. En este mismo trabajo, el maestro de América nos dice: Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo en la cabeza, sino con las armas en la almohada, como los varones de Juan Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra. Y en efecto, hemos de estar listos para hacer frente a cualquier amenaza a la soberanía de nuestras naciones, vigilantes para defender su independencia, y qué mejor manera de hacerlo que mediante el uso del intelecto, de la fuerza de las ideas y del conocimiento de las características reales de nuestras naciones.
Martí llamó la atención a que los problemas de los pueblos latinoamericanos tenían su origen en la adopción acrítica de modelos políticos y económicos que respondían a realidades ajenas, a visiones europeas o norteamericanas que nada tenían que ver con la cultura de los pueblos de la América indígena. De ahí la importancia de su llamado a recuperar nuestras raíces, a preferir nuestra cosmogonía y nuestra historia a la de pueblos de tierras y culturas distantes con las que nada tenemos que ver. Y es precisamente la afinidad cultural de los pueblos latinoamericanos la que nos permite hablar del sueño de la unidad continental, unión que nos daría la fuerza necesaria para hacer frente a los enormes desafíos del mundo moderno y a las amenazas que ponen en riesgo la existencia misma de los naciones de esta nuestra América, así como de los anhelos de los seres humanos que en ellas habitamos.
Finalmente, desde esta tribuna y en la conciencia de la unidad latinoamericana, hacemos nuevamente un llamado para que el gigante de las siete leguas levante de una vez por todas el infame bloqueo económico, comercial y financiero perpetrado criminalmente en contra del pueblo cubano, así como para que dé marcha atrás sacando definitivamente a Cuba de la infame lista de patrocinadores del terrorismo. También, elevamos la voz para que se detenga el atroz genocidio perpetrado contra el pueblo palestino y para que se rompa el cerco informativo que invisibiliza la terrible realidad que sucede día con día en Gaza. Y hacemos un llamado a luchar contra la proliferación de las nuevas formas de fascismo en el mundo.
Vayamos pues a cada rincón, elevando el Canto a Martí, que dice así:
Pero tú sigues: oh, sí,
claro como el mediodía:
sigues vivo, y todavía
más tremendo y más Martí.
Persistes, Estás ahí,
como un clamor detenido.
Ni te niegas ni te has ido.
Permaneces: porque de esa
llama que la Muerte cesa
sales vivo y más crecido.
Muchas gracias.
Discurso en conmemoración del
172 aniversario del natalicio de José Martí.
